viernes, 17 de septiembre de 2010

¡LA VOZ DEL PUEBLO, LA VOZ DEL AGUA!

En esta época de la ermitaña historia que olvidaron muchos y de la memoria lejana de otros cuantos, en donde el pasado no está en frente de ellos y no saben  ya a que  huelen los guayabos y como suena el agua que desciende. En estos días de extinción de las labranzas, de los segadores y labriegos.  Es preciso alzar la lengua, entonar los toles, desaforarnos en el canto para reencontrar las primigenias esencias y resistir ante el embate de las ruinas del progreso que nos pintan, que nos ofrecen como espejos.
Porque progreso no es tener los edificios resplandecientes, ni los parques como oro, tampoco es tener el cemento en los sueños, ni mucho menos en el alma. Es simple,  progreso es aquello donde habitan las mercancías, el dinero como único dios, la economía monetaria, el individualismo por ende la indiferencia y la envidia,  la avaricia, la miseria, el hambre y la sed, no solo de la justicia, sino también la sed  del liquido incoloro tan simple de nombrar pero tan complejo de reconocer para muchos como sagrado “AGUA”.
Por esto es necesario ir más allá de lo que muchos llaman el  progreso y ver que es solo una extensión mas del horroroso capitalismo  y de la infecunda industria que luego de haber agotado los recursos de muchos otros territorios, hoy  se quiere asentar en nuestras mentes y  en nuestros campos,  sin ni siquiera hacer la pregunta a los nativos que han protegido las huertas, los nacimientos, los riachuelos durante  millones de años.
¡Alza tu voz pueblo! cuando lo creas necesario,  que no se olvide que amamos al sol porque anda libre al igual que las aguas, que no se olvide que somos ante todo y originariamente pueblo campesino y rural y que  por naturaleza no pertenecen las aguas a nosotros, sino nosotros a ellas; Y  esa ruralidad, esa forma líquida que nos rodea, esa posibilidad que tenemos todavía  de alimentarnos de la tierra  y mantenerla viva, esa capacidad de estar en el campo que muchos rechazan, quizás por olvido, quizás por ignorancia, quizás por ver el mundo a través de los televisores y entenderlo solamente a través de las computadoras.
 Yo alzo mi voz para decir que: Esa sabiduría  heredada de las aguas que se manifestó en el “salón de la democracia” y resistió ante la acometida de chantajes  y promesas y promesas y promesas gubernamentales,   será la que le dé a los hijos de los hijos de los hijos  la vida , cuando en muchos  lugares en los que penetro el supuesto progreso , ya no tengan  aire para sí mismos, ni siquiera tengan agua para tomar en sus recintos ya cerrados, ni siquiera tengan sombra para esconderse de su propio asecho. Porque aquellos que han sometido a pueblos enteros y dirigido sus miradas hacia  los números y cifras no serán la salvación de este pueblo ni de ningún otro, porque dicho esta en las palabras sabias, el fuego vendrá tras ellos y  las aguas se esconderán.
Los años no vienen solos y hay que bregar con la vida  dice la abuela. Llegan las ciudades, la vías de transito rápido y agitado, el tumulto de la indiferencia, el agite del aire sucio  y con todo eso  los roñosos aserradores del campo, los que atajan el agua de los ríos, los que en vasijas gigantes se llevaran la vida. Aquellos que desplazaran con cañones, aquellos que destruirán la risa, el azadón  y los pies descalzos que durante años  han esparcido las semillas. Aquellos que con una mirada enfurecida y ambiciosa nos desgastaran los pulsos.
Esos hombres, los que vienen desde lejos a descubrir la tierra de las perlas azules, los que vienen desde lejos, sin claridad y sin treguas, a persuadir los instintos, esos hombres ya están cercanos, ya conocen el camino, ya distinguen los ojos de agua, ya saben cual es su curso, ya afirman que hay que entregar las hachas y  que es imposible resistir. ”Vienen pisando duro” como lo anuncio el poeta, vienen a una velocidad que se hace oscura. Ya  nos están desplazando, ya están comprando los riachuelos, ya están bautizando los orígenes con  otros nombres.
Por eso,  es preciso alzar la voz, indagar por las herencias, escribir los signos del pasado, para que se hablen de nuevo en las calles,  escuchar a los abuelos que son muchos: un árbol, un fuego, un viento , un viejo sabio, cualquiera de ellos nos podrá decir que se apresta ante nosotros, que horizonte nos espera. , es preciso volver al corazón de la memoria de las aguas, afirmar el hilo que nos teje, las raíces que nos sostienen, volver al  “reino de lo imaginario”, como dice Renán Silva al referirse a la memoria colectiva.
 En los días venideros, en los días presentes, es necesario fabular colectivamente, llamar a  los mitos que a todos nos nombran, moldear el pasado, saber que el monte, el agua y los seres que le habitan son sagrados, decir a unísona voz:   ¡estas son las aguas de nuestros abuelos, esta es la herencia de los dioses, esta es la perla azulina que habitaran los hijos de los hijos!  y como nos recuerdan algunos hombres que ya transitaron “Blancas garzas vienen de lejos ideas traen” y aun están buscando el dorado.

Alejandro Trujillo Moreno
Tejido Colectivo

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